La
planificación de una ciudad debe apuntar más a los ciudadanos que caminan que a
quienes conducen un automóvil, porque obviamente los primeros son más.
Seguramente son pocos los transeúntes citadinos que se detienen a pensar en
todas las vicisitudes que pasan recorriendo calles sin aceras, sorteando
huecos, raíces que levantan el piso, alcantarillas en mal estado y otros tantos
obstáculos. Pero probablemente son muchos los que pueden contar un episodio de
lesión muscular y hasta ósea por uno de estos detalles que minan el recorrido
diario. Hay que saber que poder trasladarse con libertad y seguridad en las
vías de una ciudad es un indicador de calidad de vida. Así lo dice el índice de
caminabilidad, un término usado para describir y medir la conectividad y la
calidad de las vías peatonales en las ciudades y que además está relacionado al
desarrollo sustentable.
Muchos
estudios realizados por urbanistas en todo el mundo señalan algunas
características básicas de los asentamientos urbanos caminables, como: planificación
y diseño pensando en el desarrollo humano, un centro del barrio en el que
confluyen los transeúntes, un sistema de transporte público adecuado, calles y
avenidas que permiten el flujo de bicicletas y automóviles y equipamiento de
lugares recreativos como parques y plazas. Como beneficios de las ciudades
caminables, no sólo están los individuales, esto es, el bienestar que reportan
los peatones reflejado en una actitud más pasiva y amable, sino también los
económicos. Algunas investigaciones han demostrado que los lugares urbanos
caminables tienen una economía más próspera, poseen una valoración mayor de sus
viviendas y son más buscados como sitios para hacer inversiones en servicios y
comercios.
En
todo el mundo ya se han logrado avances al respecto. El Parlamento Europeo, por
ejemplo desde hace más de dos décadas adoptó la “Carta de los derechos del
peatón”, que entre otras cosas expone
que éste tiene derecho a vivir en un entorno sano y a disfrutar libremente de
los espacios públicos en condiciones que garanticen adecuadamente su bienestar
físico y psicológico. Además tiene derecho a vivir en lugares pensados para las
necesidades de las personas y no para las de los vehículos. En este sentido se
valora a segmentos de la población como los niños, las personas mayores y los discapacitados. En la actualidad, el Banco Interamericano
de Desarrollo, BID, ha avanzado en su Iniciativa de Ciudades Emergentes y
Sostenibles (ICES), la promoción de lugares “caminables” en América Latina y el
Caribe llevando a cabo evaluaciones de las mejoras en dichos índices en varios
centros urbanos de la región y exponiéndolos luego como modelos a emular. En
todo este tema aunque son tantos los aspectos a profundizar, surge una pregunta
curiosa, ¿cuántos planificadores urbanos expertos en caminabilidad se estarán
formando en el presente y cuántos estarán dedicados a algún exitoso proyecto de
diseño con miras al desarrollo sostenible?
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