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lunes, 19 de agosto de 2019

SEMANA DEL CLIMA EN SALVADOR DE BAHÍA, UNA REUNIÓN MÁS


El mundo se reúne constantemente en torno a temas graves que requieren más bien acciones contundentes. Así el tiempo pasa. En el caso del cambio climático ya ni siquiera podemos hablar de mitigación de sus impactos sino de adaptación, es decir, al ser humano lo que le queda es aguantarse para los próximos años unas temperaturas y eventos extremos. También lo que queda  es confiar en la ciencia y en los adelantos para lograr cultivos de alto rendimiento, que requieran menos agua, edificios y ciudades inteligentes y mayor pericia para controlar enfermedades nuevas surgidas de condiciones no habituales.  Mientras, nos seguimos reuniendo en corbata y en tacones, en salas con aire acondicionado para tratar de llegar a un acuerdo. Esta semana se está dando uno de estos eventos en Salvador de Bahía, ciudad de Brasil, la llamada Semana del Clima de América Latina y el Caribe. Allí han concurrido cientos de representantes gubernamentales de diferentes países, expertos, académicos y miembros de organizaciones para buscar respuestas a la crisis climática. Este punto en el camino antecede al encuentro que se dará próximamente en Nueva York y luego a la COP25 en diciembre en Chile. Uno se pregunta por qué cuesta tanto llegar a una simbiosis de pensamiento frente a un hecho que amenaza nada menos y nada más que a la supervivencia del ser humano sin discriminar raza, religión ni líneas limítrofes. El presidente de Brasil, Bolsonaro, obstaculizó en un primer momento la realización de esta jornada climática, para luego acceder. Vale recordar que el año pasado las cifras de deforestación de Brasil fueron alarmantes además de que se dieron otros acontecimientos como la flexibilización de la supervisión de la minería en el país. Este líder demostró desde su triunfo que más priva la cancha política que pueda darle la explotación de recursos que una contribución con el ejemplo de conservación como país de mayor territorio virgen de todo el continente. Uno se pregunta en casos como los de Bolsonaro o Trump si se trata de la obsesión por el poder, arrogancia  o dominio económico, o si puede que sean taras generacionales como las que inexorablemente tenemos por ejemplo con el manejo de la tecnología cuando llegamos a cierta edad. Lo cierto es que por un lado seguimos reuniéndonos para discutir, intercambiar ideas y emitir al final largos comunicados  y acuerdos que nadie lee o pocos firman para la foto y por otro, seguimos gobernados por algunos cuyo sentido de la urgencia solo responde si se trata de ganancias en moneda y en poder político.