Las
estimaciones apenas alcanzan los US$ 6.5 millones anuales
Ecólogo
del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) participó en el
estudio.
Altos
de Pipe, 6 de septiembre de 2016.- Vanessa Ortiz Piñango
vortiz@ivic.gob.ve
Foto: Marie Fuzeau |
Por
primera vez, un grupo de 43 científicos de diversas instituciones del mundo
calculó el costo financiero y las fuentes de financiamiento para desarrollar y
mantener al día las principales bases de datos globales sobre biodiversidad y
conservación. El resultado arrojó US$ 6.5 millones anuales. Esa cifra es
significativamente baja si se toma en cuenta que el censo nacional de los
Estados Unidos de América requirió una inversión de US$ 13 millardos en el año 2010. “Estamos
hablando de seguimiento a todas las especies y ecosistemas del mundo, lo que
significa que cualquier país podría usar esta información para producir sus
informes nacionales ante el Convenio sobre la Diversidad Biológica y los
Objetivos del Desarrollo Sostenible”, explicó Jon Paul Rodríguez, investigador
del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
(Ivic).
Foto: Arianna Quintero |
Rodríguez
es coautor del artículo publicado recientemente en la revista PLoS ONE y
liderado por Diego Juffe-Bignoli, del Centro Mundial de Monitorización de la
Conservación del Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (Unep-Wcmc
por sus iniciales en inglés). Para
estimar lo desembolsado en 12 meses de mantenimiento de los datos y las
plataformas, se evaluaron 3 herramientas o productos de conocimiento: Lista
Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza (Uicn), Planeta Protegido y Base de Datos Mundial de Áreas Clave
de Biodiversidad.
“Un
solo avión de combate ruso Sukhoi Su-35 cuesta alrededor de US$ 60 millones. El
dinero existe, solo falta que los gobiernos prioricen sus gastos e incrementen
la inversión en biodiversidad”, acotó Rodríguez, candidato a la presidencia de
la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Uicn. La elección para
este cargo se efectuará en el Congreso Mundial para la Naturaleza, del 1 al 10
de septiembre en Hawaii.De
los US$ 6.5 millones gastados en el 2013, la Lista Roja de Especies Amenazadas
de la Uicn demandó US$ 4.7 millones, es decir, el 72% del total de gastos.
Tres
décadas bajo la lupa
Foto: Iván Lau |
Además
de medir el costo financiero de esas bases de datos durante el año 2013, los
científicos calcularon el gasto total de esos productos más la Lista Roja de
Ecosistemas de la Uicn entre 1979 y 2013. Según
lo reportado en el manuscrito, en ese período se precisaron alrededor de US$
160 millones, de los cuales el 60% fue absorbido por la Base de Datos Mundial
de Áreas Clave de Biodiversidad (US$ 99 millones).
En
ese lapso se requirió el apoyo de al menos 293 personas-año de tiempo
voluntario, valuados en US$ 14 millones. Únicamente en el 2013, se utilizaron
2.963 días de voluntariado, equivalentes a otros US$ 603 mil.
¿Sirve
de algo saber esas estadísticas? Los autores del artículo afirman que sí y
mucho. A su juicio, es fundamental para tener una idea de cuán sostenible en el
largo plazo resulta dicho financiamiento o para explorar otras vías que
permitan minimizar esos costos. “Dado
el amplio uso de estos productos de conocimiento para comunicar a la Política y
para la toma de decisiones a través de los sectores y las escalas global,
nacional y regional, es igualmente importante para entender su valor como un
bien global”, señalan en el texto.
Sobre
este punto, el también presidente de Provita, Jon Paul Rodríguez, agregó que
las cuatro herramientas de conocimiento analizadas han surgido por la necesidad
de medir el impacto de las intervenciones en materia de conservación. Las mismas
“permiten construir indicadores que nos dicen si la situación de una especie o
un ecosistema ha cambiado como consecuencia de la implementación de una
política pública en concreto”.
Origen
de los fondos
Foto: J. P. Rodríguez |
Pero
el gran deudor no es precisamente el sector gubernamental. Según el estudio, la
empresa privada, los donantes multilaterales y las instituciones financieras
fueron las que menos contribuyeron en el 2013 con el desarrollo y mantenimiento
de esas cuatro grandes bases de datos (solo 4%).
La
mayoría de los aportes (53%) provino de donaciones filantrópicas de fundaciones
y particulares; los gobiernos y las organizaciones intergubernamentales
apoyaron con 27% de los gastos mientras que las agencias no gubernamentales
hicieron lo propio con 11%. Ese
evidente sesgo, según los científicos a cargo de la investigación, demuestra
que los usuarios de las cuatro herramientas de conocimiento evaluadas colaboran
muy poco con su sustentabilidad financiera, a pesar de que al menos 4,5
millones de visitantes acceden a ellos cada año a través de internet para
visualizar la información o descargarla. “Las
personas, estructuras y procesos que hacen esto posible tienen un costo
financiero que es frecuentemente dado por sentado por quienes se benefician de
tales recursos”, sentencian los autores.
Por
otra parte, los científicos anticiparon la inversión única que se necesitaría
para alcanzar los objetivos definidos como básicos para los cuatro productos de
conocimiento al año 2020: US$ 103 millones. Esto incluye, por ejemplo, la
optimización de la infraestructura, realizar nuevas mediciones y la
actualización de las ya existentes, entre otras actividades. Vivir en la era de
las nuevas tecnologías abre las puertas al acceso casi ilimitado a los datos,
incluidos los de conservación y biodiversidad.
Foto: Akejandra Verde |
Sin
embargo, también ofrece la posibilidad de integrar todos esos esfuerzos en una
sola plataforma tecnológica, “donde cualquier persona pueda trazar el polígono
que quiera (un municipio, un estado, un país o un área protegida) y obtener la
información de especies, ecosistemas y áreas protegidas, amenazadas o no, de
una vez. Creo que ese sería el siguiente paso”, informó Rodríguez.
Entre
los 43 científicos que participaron en este proyecto figura otra venezolana,
María Oliveira-Miranda, quien desde el Ivic y Provita trabajó en la Lista Roja
de Especies Amenazadas y en la Lista Roja de Ecosistemas junto con Jon Paul
Rodríguez.
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