Alejandro Alvarez, biólogo y
educador considera que la posición del país en materia de Contribuciones
Nacionales Determinadas (NDC por sus siglas en inglés) ha sido ambigua como ha
sido en general ante el cambio climático producto de un proceso político
particular, una severa crisis económica y una fuerte dependencia de la producción
petrolera
Heidy Ramírez.
A menos de tres meses para la
próxima cumbre climática, la COP 24, que se dará en la ciudad de Katowice,
Polonia, no muchos son los adelantos que se han dado para hacer cumplir los
objetivos del Acuerdo de París, entre ellos el muy comprometedor fin de la
dependencia de los combustibles fósiles. Como tema conexo están por supuesto
las Contribuciones Nacionales Determinadas o NDC (por sus siglas en inglés) que
no son más que los compromisos de cada país por reducir las emisiones de gases
de efecto invernadero. Las NDC podrían calificarse como una declaración de
buena voluntad de las naciones para diseñar vías para adaptarse al cambio
climático, bien sea para mitigar efectos, financiar planes o desarrollar capacidades.
A estas alturas del avance de la historia ya muchos han dado pasos en firme
pero otros se han quedado en la retaguardia. En el caso de Venezuela
consultamos la opinión de Alejandro Alvarez Iragorry, biólogo y Doctor en
Ciencias (Ecología), coordinador de Coalición Clima 21, educador, experto en
derechos humanos ambientales y asesor de organizaciones de la sociedad civil
vinculadas al movimiento ambientalista.
¿Cuál ha sido la posición de Venezuela en torno a las Contribuciones
Nacionales Determinadas? “Venezuela siempre ha tenido una posición ambigua
e incoherente, una frente a la opinión pública internacional y otra frente a la
acción interna. Después del Acuerdo de París fue mayor. Venezuela venía de
tener una postura tras la intervención del Presidente Chávez en Copenhague
cuando criticó duramente la hipocresía de empresas y gobiernos frente al cambio
climático y le dio un tinte político muy intenso al tema que varias organizaciones
aplaudieron en su momento. Así se mantuvo por mucho tiempo el discurso político
internacional de nuestro país, que nunca tuvo correlación con la realidad
interna. El país tiene que cumplir con obligaciones que provienen de la
Convención Marco de Cambio Climático, que no ha honrado, que además fueron
líneas aprobadas por la Asamblea Nacional en su momento y por lo tanto tienen
rango de ley aprobatoria. Hace casi nueve años se creó la Ley de Gestión de
Riesgos que en su último artículo establece que un plazo de dos años debe ser
creado un plan nacional de adaptación al cambio climático, que tampoco se ha
dado. No hay ley de cambio climático y además deberíamos tener una autoridad
única en el tema y tampoco existe. En el tema de las NDC, en las discusiones
del grupo que estuvo en Parías las posiciones fueron tan imprecisas que por un
lado corroboraban el enfoque de Chávez en su momento pero por otro se negaron a
incluir el tema de la descarbonización, esto es las políticas dirigidas a
desvincular el desarrollo del país con el uso de combustible fósil”.
El Gobierno venezolano en un documento del 2015 sobre las NDC indicó que los avances en las políticas
ecosocialistas serían las propuestas nacionales para la lucha contra el cambio
climático. ¿Cuál es su opinión al respecto? “Ese es un documento
propagandístico más que efectivo. Uno puede encontrar en la página de la
Convención Marco todos los documentos emitidos por los países y se ven
claramente planes precisos basados en diagnósticos a partir de los cuales se
fijan metas y estrategias viables. Eso no lo hay en Venezuela y las propuestas
no están basadas en argumentos con viabilidad real. Ese documento es de diciembre
de 2015 y no tiene las bases mínimas, es solo propaganda política donde se
apunta a acciones como bombillos ahorradores, la Misión Vivienda, los conucos
solidarios y otras cosas que se presentan como soluciones al cambio climático pero no se indica ni una cifra. Las
propuestas no están basadas en estrategias”.
¿Diría entonces que un punto de partida necesario es hacer un
levantamiento de información en el país? “Claro, una de las cosas que ha
ocurrido es que no se han entregado los informes de país, apenas se han emitido
dos, uno alrededor de 2005 con datos del 99 y el otro recientemente con cifras
de hace cuatro o cinco años. Por tanto no tenemos información sobre las
emisiones reales. La única cifra que colocó Venezuela en la entrega del
compromiso de país fue un estimado del Banco Mundial. Tenemos huecos de
información. Estoy haciendo actualmente un informe sobre nuestros problemas
ambientales y justamente el principal
obstáculo es la ausencia de datos, la desinformación y la manipulación de información.
Lo que sí sabemos es que nuestra tasa de deforestación es una de las más altas
del hemisferio y se ha duplicado en los últimos diez años, todo eso va en
contra de cualquier propuesta que se haga”.
¿Es una utopía o podría calificarse como inútil tratar de llevar la
información a la población de lo que abarca e implica un plan de NDC? “No
es inútil, es necesario. Es cuestión de buscar las herramientas y el lenguaje
adecuados. Es un problema comunicacional por lo que es un trabajo de puentes,
de tratar de llevar unos datos que maneja un colectivo especializado a otro
colectivo que maneja otro código. En este caso para Venezuela, ¿qué pasa si el
Gobierno no hace nada? en medio de la crisis que tenemos en estos momentos puede
surgir la tentación de pensar que es absolutamente irrelevante preocuparnos por
el cambio climático. Pero no es así. El
cambio climático es lo que yo llamo el sida planetario, nadie se muere por ello
sino por las enfermedades secundarias. Y Venezuela particularmente se está
haciendo cada vez más vulnerable a las transformaciones que conlleva. El
crecimiento del paludismo por ejemplo ha sido un acontecimiento de
consideración para la OMS en nuestro país, para el año 2017 se calcularon 400
mil casos en un territorio que en los años sesenta se consideró libre de
paludismo. Y todo esto está referido a la deforestación conectada a la minería”.
¿Qué queda como tarea en un país como Venezuela en el cual parece que
cada vez la brecha es mayor entre Gobierno y una ciudadanía que no genera
opinión pública en el tema ambiental como para presionar a tomar las medidas
necesarias? “Hay que ser misionero. Tenemos una situación muy compleja y debemos
articular los temas de la crisis con los de cambio climático. Necesitamos
generar la capacidad de poder comunicar efectivamente los grandes temas
ambientales del país en el día a día. Hay que sentarse y ser creativos para
plantear maneras de cómo solucionar. Volvemos al caso del sida que es un
flagelo en países muy pobres de Africa, en ese caso no se puede parar la
estrategia, hay que trabajar el tema continuamente en la educación de la gente.
Con relación al cambio climático no es real pensar que vas a convertir al
ciudadano en científicos climáticos. La gente no tiene que entender la ciencia
sino comprender cómo conectar su realidad con la adaptación. Es decir, si va a
haber menos agua, qué puedo hacer desde mi acción individual, de ahí vendría
por ejemplo la agricultura climáticamente inteligente”.
¿Si estuviera en sus manos el diseño de una estrategia nacional qué
haría? “Un programa que se hizo en una de las COP, si mal no recuerdo la de
Dakar, fue el de educación pero llevado a todos los contextos. Se trata de
abordar todo el proceso educativo a través de todos los medios posibles, desde
la forma más directa que es la conversación hasta las grandes comunicaciones de
masas y las políticas nacionales. Todos los procesos articulados en una
estrategia nacional para poder generar que la gente se prepare para un cambio
que ya no hay manera de evitar y es innegable. Hace algún tiempo estaba más
metido en el tema de la educación y el cambio climático e hice una reflexión
sobre el tema: es posible hacer una estrategia pero hay que romper con mitos o
las llamadas ideas zombies (ideas que por las pruebas ya deberían estar muertas
pero por intereses de algunos siguen estando activas), una de ellas es pensar
que hay que entrenar al público en el aspecto científico del cambio climático
que es tanto como pensar que mientras más muestres estadísticas sobre cáncer a
una persona esta deja de fumar. La generación de información en sí no genera
cambios de conducta, lo que hay que hacer es diseñar estrategias que involucren
a las personas emocionalmente y luego llevarlas a la acción práctica. Otra idea
zombie es pensar que la escuela es ideal para esto, pero no, son las
comunidades, los medios de comunicación y las áreas de vida diaria. Venezuela específicamente
en estos momentos es un país muy pobre, es decir con menos capacidad de respuesta
ante situaciones difíciles, con una infraestructura y una institucionalidad
desmantelada, somos un país muy vulnerable. Cambiar eso implica cambiar
política y cultura antes que conocimiento científico”.
Las acciones contra el cambio climático tienen que ver con compromiso y
corresponsabilidad, ¿pareciera que las sociedades europeas están mucho más
inmersas en el trabajo y que nuestros países latinoamericanos son indiferentes?
“Efectivamente el tema es más ético que otra cosa, por tanto la palabra responsabilidad
es el eje central, ante uno mismo, la comunidad y las generaciones futuras. Ese
es el elemento principal de la educación y la comunicación. Sin embargo no
podemos comparar Europa con Latinoamérica, son contextos y procesos diferentes
y tampoco podemos decir que hay países mejores o peores, hay incluso un gran
nivel de hipocresía en muchas naciones que se vanaglorian de tener bajo nivel
de emisiones pero es porque emplean energía nuclear por ejemplo o han llevado
sus procesos industriales a otros países menos desarrollados. Por otra parte el
ambientalismo y la democracia están íntimamente conectados. La democracia es un
suelo más fértil donde el ambientalismo puede crecer, entonces ¿qué nos ha
faltado a nosotros en el continente? Más democracia. Pero hay gente tan
comprometida y responsable como en cualquier parte. Si vamos al caso Venezuela
fuimos uno de los primeros países con una Ley Ambiental y un ministerio del
área para la década de los 70. Fuimos una sociedad que estaba preparada para
ese avance. Tuvimos un importante desarrollo en organizaciones sociales
dedicadas al tema así como legislación. La ambigüedad también fue obvia durante
mucho tiempo porque somos un petro Estado. En una ponencia llegué a escuchar
las cifras de inversión en ciencia del cambio climático en Inglaterra por
ejemplo, pero ¿eso es más responsabilidad? No, es pragmatismo porque este país
llegó a la conclusión de que no invertir en cambio climático sería más costoso
que invertir después en cambio climático”.
Sin duda es mucho el trabajo por
hacer todavía en el mundo y mucho por reconstruir en materia ambiental en suelo
venezolano. Una idea tal vez menos democrática y más individualista pero con un
tinte positivo sería fomentar las contribuciones individualmente determinadas,
en las cuales los ciudadanos se comprometan de forma particular en trabajar por
cambiar sus hábitos de consumo en pro del planeta y de su propia conservación
como especie, mientras estamos a la espera de los grandes acuerdos en las
cumbres climáticas y la toma de decisiones coherentes y concertadas de nuestros
gobiernos.
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