Un artículo exclusivo para la
Revista Explora, iniciativa venezolana en su segunda edición, disponible en
www.grupoexplora.com.ve ¡gracias a Alberto Blanco Dávila por dejarnos formar
parte de este bello proyecto!
Un homenaje de Explora a quien
fuera en vida parte de la directiva de la Sociedad Conservacionista Audubon
además de modelo de la buena práctica del ecoturismo, líder de campañas a favor
del ambiente, autora de la guía “Birding in Venezuela”, activista, amante y
defensora de las bellezas naturales del país
Después de muchos años en el país
y haberlo recorrido de punta a punta, levantando con placer las alas en cada
ocasión, bañándose en sus ríos, transmitiendo a quienes la acompañaban un amor
sincero por la tierra que disfrutaba y entrenando a los observadores de aves,
Mary Lou Goodwin tomó la decisión de volver a Estados Unidos, su origen. “Pero
no me hallo, no me siento feliz”, cuenta que ella decía Clemencia Rodner, una
de sus incansables compañías. Y volvió. Ya se había acostumbrado al calor
tropical y a la cercanía de la gente. Y se quedó hasta que su vuelo terminó en
2012, luego de haber dejado una marcada trayectoria en el ecoturismo y la
observación de aves en Venezuela. En un merecido homenaje, Explora conversó con
muchos de quienes disfrutaron su presencia para poder dejar testimonio del
aporte de esta pionera de una de las actividades que podría ser otro distintivo
de nuestro hermoso territorio: el ecoturismo.
Mary Lou Goodwin nació en
Portland, Estados Unidos en 1925 y se licenció en Estudios Latinoamericanos.
Llegó en los cuarenta a nuestras costas y empezó a trabajar como traductora
para una compañía petrolera. Paradójicamente, si se piensa en su espíritu
aventurero, hizo carrera durante años en una empresa de seguros y en paralelo
fundó y desplegó las actividades de la Sociedad Conservacionista Audubon,
dedicada a las aves. Allí fue parte de
la junta directiva, gerente de Conservación y Activismo y gerente también de
Ecoturismo.
A Mary Lou se le debe la guía
“Birding in Venezuela”, un manual para el observador de aves que documentó las
especies, su plumaje y rasgos físicos, hábitos, ubicación y los lugares de
anidada. Fueron más de cuatro ediciones para poder desarrollar feliz el
pajareo. En la década de los noventa también se dedicó a la publicación de las
listas de aves de muchos parques nacionales en colaboración con científicos del
área, así se tienen las listas de las especies del Parque Nacional Tamá, del
Guatopo, el Henri Pittier, Yacambú, el Cinaruco – Capanaparo, Morrocoy,
Canaima, la Reserva Forestal de Imataca. Participó en muchas conferencias y
congresos y además se dio a la maravillosa tarea de hacer decenas de
grabaciones de los cantos de los pájaros en una labor que solo corresponde a un
alma maravillada por el misterio de estos seres alados.

Un rasgo comentado por muchos de
quienes la conocieron era su alimentación, que no dejaba de de ser muy cuidada
y además de alta cocina a pesar de estar en parajes totalmente desprovistos de
comodidades. David Ascanio recuerda “comer sus almuerzos era algo totalmente
único, siendo chamos teníamos acceso a
alimentos y sabores que no conocíamos como la rúgula, las semillas de mostaza,
panes con granos y tantos otros. Y también su forma de hablar, a pesar de pasar
décadas en Venezuela, siempre mantuvo su acento musiú por lo que era muy gracioso escucharla decir
modismos venezolanos con acento extranjero”.
Clemencia Rodner, quien
perteneció a Audubon y trabajó con Goodwin de una manera mucho más cercana,
particularmente en excursiones y en la edición de la guía, fue quien la conoció
más estrechamente, por eso con toda seguridad cuenta las anécdotas. “Ella empezó
a trabajar con observadores pero también con científicos y así abrió la ruta
para el turismo especializado, ayudaba en las investigaciones, a capturar y
liberar los pájaros, hacer los registros, evaluar los microorganismos que los
afectaban. Se sabía todas las especies criollas (son cerca de 1400), reconocía
sus cantos, sus hábitos y dónde se ubicaban los especímenes. Ella simplemente
se enamoró de este país. Menuda, delgada, ágil, energética, se levantaba a las
cuatro de la mañana y tenía listas hechas con todo lo que iba a hacer
organizado de antemano”. Los caminos recorridos fueron arraigándose y
probablemente se gestó en Mary Lou la necesidad de hacer mucho más. Así, como
conservacionista de alma vida y corazón empezó a desplegar su activismo ambiental,
pero siempre teniendo como bandera la integridad, según cuenta Rodner “Conoció
a Venezuela desde el Cabo San Román hasta el Cerro La Neblina y nunca pidió un
medio para ella ni quería ninguna posición o puesto político”.
Un halcón activista
En 1995 en un artículo sobre Mary
Lou publicado por The Daily Journal, diario de esa época que se editaba en
inglés, Bridget Parker iniciaba el texto diciendo que no resultaba inapropiado
compararla con un ave, aunque sí difícil porque ella lucía a veces inquisitiva
como un petirrojo pero otras veces como un halcón que no soltaba la presa. Y
esta última comparación se debía a su posición ante algunos problemas
ambientales. Uno de ellos, la deforestación en el estado Mérida que amenazaba
el hábitat del Gallito de las Rocas. Así empezó una campaña dirigida al
Ministerio del Ambiente que fue escuchada y se paralizó la tala en la zona.
Luego vino la Laguna de Píritu donde las poblaciones de flamencos se veían
amenazadas por la instalación de camaroneras o las salinas en Los Olivitos en
el Estado Zulia cuya explotación también atentaba contra los ecosistemas de la
zona. También en los noventa emprendió la campaña en contra de la actividad
minera en el Alto Caroní. En torno a este tema se recibieron miles de cartas de
protesta de todas partes del mundo, acción propiciada por Mary Lou con el
objetivo de obstaculizar no solo los daños a los recursos naturales sino la
afectación de las zonas habitadas por los indios Maquiritare.
Miguel Lentino director de la
Colección Ornitológica Phelps cuenta sobre esta faceta que Mary Lou era una
persona correcta y tenaz. “Voló varias veces por la costa y vio como los sitios
estaban siendo alterados, afectando los humedales y tumbando los manglares. Por
tanto se dedicó a recopilar información de los casos y presentar las quejas.
Esta parte del activismo respondió a que se le disparó el amor por el país y en
consecuencia tuvo que enfrentarse a situaciones complejas y difíciles. Mantenía
una posición muy crítica ante el Ministerio del Ambiente, organismo que
afortunadamente para ese entonces era receptivo y aceptaba el diálogo. Ella era
respetada y oída y al ser tan vehemente se ponía en serio dentro del problema y
lograba soluciones. Era el motor de empujar cosas, así impulsó a Audubon al
activismo pero con sustento e investigación. Fue la primera persona en hablar
de ecoturismo por el lado de la observación de aves, un mercado muy importante
en el mundo que en Venezuela tiene mucho potencial y también fue una maestra
que enseñaba el amor por las aves y en general por los principios de la vida”.
Soliria Menegatti, quien también
se desempeñó en Audubon y conoció a Mary Lou recuerda “como lo hizo Elizabeth
Klein, otra extranjera que tomó a Venezuela como suya, recorrió el país varias
veces en todos sus rincones, incluso ya con cáncer, para hacer la última
actualización de su libro. Nada la detenía. Al final, vivió sus últimos días en
su casa en El Junko, Caracas, con un hermoso comedero de aves donde llegaban
más de 21 especies. Quedó entre nosotros su espíritu agradecido y alegre y sus
cenizas, fueron esparcidas como ella quería, por todos sus amigos, entre las
flores de su jardín”. La mejor
descripción de la trayectoria de esta mujer que ya forma parte de la historia
ambiental del país la hace Clemencia Rodner al decir que Mary Lou Goodwin fue
una verdadera trailblazer, una pionera, una abridora de caminos que supo
inculcar en quienes la rodearon no solo el amor a las aves sino hacia todas las
criaturas y las bellezas naturales de una tierra que adoptó y defendió. Habría
que agregar además que su semilla suma al acervo nacional de valores humanos
que toca a las generaciones venideras desempolvar, rescatar y elevar para la
edificación del venezolano.
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