A principios de enero la periodista Alex Gray escribió un interesante trabajo para la página del Foro Económico Mundial sobre
una villa japonesa llamada Kamikatsu. Con apenas 1700 residentes este
asentamiento ha ganado fama por ser pionero en un modo de vida con cero
desperdicios y en consecuencia, con ciudadanos más saludables y felices.
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Foto: Zero Waste Academy |
Por muchos años esta localidad de la isla de
Shikoku había incinerado o enterrado sus desechos hasta que no pudo concretar
la compra de un nuevo incinerador. El evento marcó la meta de cambiar
considerablemente para 2020. Así los ciudadanos se comprometieron en reducir
los desperdicios tanto como fuera posible reusándolos o reciclándolos. Los
negocios se sumaron a la idea y así nació la Academia Cero Desperdicios,
liderada por Akira Sakano. La basura comenzó por separarse hasta en 45
categorías de las cuales algunas fueron: material orgánico, metal, papel,
plástico, botellas de vidrio, muebles y maquinaria. De ellas se desprendieron
subcategorías como aluminio y acero en cuanto al metal, o en el caso del papel,
en cartón, papel periódico, cartulinas y otros.
Al principio no fue fácil persuadir a los locales,
era una tarea de convencerlos de que hicieran la separación en sus hogares y
luego llevaran el material al centro de reciclado. Fue un cambio de vida total
y de ideas preconcebidas ya que muchos pensaban que el gobierno municipal no
estaba haciendo bien su trabajo. Ello condujo también a charlas y encuentros
educativos para enseñar a la población. Una vez que los habitantes comenzaron a
darse cuenta de que realmente no era tan complicado, todo el proceso se hizo
más llevadero y se dio un efecto multiplicador. Según Sakano ahora en los
hogares las familias separan hasta en diez categorías.
La Academia Cero Desperdicios opera bajo las
premisas: local, bajo costo, bajo impacto y baja tecnología. El esquema ha
funcionado y como cifras, se esperaba que para finales de 2018 solo se tuviera
que enviar un 19% de la basura al incinerador o vertedero. Hubo también otros
cambios, el centro de gerencia de residuos a donde todos llevan la basura se
convirtió en un espacio de reunión de la gente, se fundó una tienda y se empezó
a hacer circular la ropa a aquellos que la necesitaban, la gente comenzó a
solicitar en renta algunos artículos de hogar al centro de operaciones y así se
eliminó la necesidad de comprarlos para eventos especiales.
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Foto: Zero Waste Academy |
Para aquellos que no tienen como trasladar sus
desechos existe un transporte que los recoge.
Y este servicio además se ha transformado en una excusa para que la
gente socialice, haciendo que los más jóvenes visiten a los más ancianos
procurándoles un momento de compañía.
Sakano confía en que la idea puede replicarse mundialmente y así el
ciudadano ve exactamente qué pasa con sus desechos, entiende mejor qué es la
economía circular y cómo cambiar sus hábitos de consumo. En el centro de
reciclaje las personas pueden ver a dónde va la basura, en qué se convierten,
cuánto cuesta el proceso y cómo se puede ahorrar el gasto para la comunidad.
Sin embargo la meta de cero desperdicios no es
posible dice Sakano si no se involucra a los fabricantes. “Los productos deben
ser diseñados pensando en la economía circular. Se necesita que la industria
tome acciones y se considere qué hacer con el producto una vez que ya no es
útil o su vida productiva ha terminado”.Con esa política en mente, Sakano
comenzó en 2016 el esquema de Acreditación Cero Desperdicio donde las tiendas y
empresas locales recibían una aprobación de acuerdo a su esfuerzo para reducir
los desperdicios y evitar el empaque innecesario (de un solo uso) tanto como
fuera posible.
El sueño de la creadora de la Academia es ver
su programa trabajando en una escala global. Ella comenta que se pueden
alcanzar excelentes logros si los pueblos o aldeas son creativos. “Es
importante que se mantenga la meta sin importar los obstáculos. Es importante
que los líderes del mundo asuman su rol para hacer que suceda la economía
circular”.